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Fascinarse con lo desconocido

Dr Joe Dispenza / 08 de abril de 2022

Becoming Fascinated with the Unknown

Recientemente, alguien me preguntó sobre el concepto de desprendernos de las historias que nos contamos a nosotros mismos y, al hacerlo, crear un nuevo futuro. Ella fue testigo de la fuerte reacción física que sufrió una persona ante esa sugerencia —todo su cuerpo se había llenado de sarpullidos— y ella misma había tenido ese tipo de reacciones.

Parecía que el solo pensamiento de renunciar a un relato del pasado había producido una fuerte reacción somática, que se produjo automáticamente en cuestión de segundos.

“¿Por qué la gente se siente tan incómoda?” me preguntó esta mujer. "¿Por qué dejar a un lado estas historias parece ser una idea tan radical?"

Las historias que nos contamos a nosotros mismos —sobre nuestros recuerdos, nuestro pasado y nuestras luchas; nuestra interacción con ciertas personas, objetos y cosas— nos resultan familiares, así que llamémoslas lo conocido. Nos identificamos con ellas; se convierten en lo que creemos que somos y, en última instancia, en nuestra personalidad.

Esto se debe a que al revivir el pasado se activan y conectan los mismos circuitos de la misma manera —reproduciendo la misma mente—, y nuestro cuerpo se convierte en una efervescencia emocional de sustancias químicas. Tanto biológica como subconscientemente, nos convertimos en nuestro pasado. Nos creemos la vieja historia y nos comportamos como si fuera nuestra verdad, hasta que nos convertimos en ella.

Muchos de nosotros seguimos involucrados en estos relatos —las historias del pasado— porque invertir en nuestro futuro, en cambio, es muy impredecible para el cuerpo. Y el cuerpo no confía en lo desconocido. El cuerpo se siente cómodo en las viejas historias y en todas las emociones de afirmación de identidad que las acompañan. Más que sentirse cómodo, anhela esas emociones.

De hecho, cada vez que reciclamos una de nuestras historias favoritas —sobre nosotros mismos; sobre otra persona; sobre la forma en que crecimos con nuestros padres y hermanos; sobre nuestra historia con la enfermedad, el trauma o las formas en que fuimos agraviados— lo que realmente estamos buscando es alimentar las emociones que asociamos con esas historias y recuerdos.

Y todos lo hacemos; somos humanos. Ahora mismo, fíjate si puedes recordar una experiencia reciente que te haya provocado sentimientos fuertes. Tal vez haya sido un enfrentamiento con alguien en el trabajo o un titular de prensa proucupante. Probablemente sea fácil pensar en algo; nos encontramos con esas situaciones todo el tiempo.

Pero ahora, trata de recordar esto. ¿Cómo manejaste las emociones que surgieron? ¿Te desconectaste, reaccionaste exageradamente y cogiste el teléfono para distraerse de esos sentimientos? ¿Expresaste tus emociones y te largaste? ¿Proyectaste inconscientemente una energía exaltada sobre tu cónyuge por tu desacuerdo con otra persona?

Es posible que ni siquiera seas consciente de cómo reaccionaste en esos momentos. Pero es probable que tu cuerpo te haya programado para comportarte exactamente igual que la última vez que te encontraste con las mismas emociones. Y cuanto más se habitúa el cuerpo a esos sentimientos, más los anhela.

En otras palabras, mientras tu respuesta a las mismas circunstancias siga siendo la misma, permaneces igual. Y lo mismo ocurre con tu salud. Y tu vida.

¿Por qué parece radical desprenderse de estas historias? Porque significa desprenderse de nuestras identidades. Significa dejar a un lado la adicción a las emociones alimentadas por esas historias; ejercer un nivel de conciencia que es superior a nuestra programación inconsciente. Y eso requiere conciencia y energía constantes.

Es importante darse cuenta de todas las formas en las que intentamos escapar de este desafío. No usamos las cosas del mundo tridimensional simplemente para distraernos; nos obsesionamos con nuestro entorno exterior. Estamos condicionados a necesitar algo o a otra persona para hacer que esos sentimientos desaparezcan. Tenemos el hábito inconsciente de confiar en nuestro mundo exterior para cambiar nuestro mundo interior.

Pero ¿qué pasaría si pudiéramos tomar esa misma capacidad de enfocarnos en algo fuera de nosotros mismos y volverla hacia adentro? ¿Qué pasaría si pudiéramos romper nuestra adicción a cualquier drama, trauma o karma que esté devorando nuestra energía y atención?

De la misma manera, ¿qué pasaría si pudiéramos obsesionarnos... con lo que está pasando dentro de nosotros?

¿Qué pasaría si pudiéramos aprender a sentarnos con nosotros mismos y con nuestra propia energía, y volvernos no solo conscientes, sino fascinados con nuestro mundo interior de pensamientos y sentimientos?

Atraparnos cuando nos volvemos inconscientes, aprender a llevar el enfoque hacia nuestro mundo interior y controlar nuestra atención y energía, ese es el trabajo. Así es como nos desenredamos del yo pasado. Y requiere esfuerzo, especialmente al principio.

Esto es, en esencia, lo que la meditación nos invita a hacer: disociarnos de todas esas distracciones, calmar nuestro cuerpo emocionalmente e ir hacia adentro; descubrir qué hay al otro lado de nuestros pensamientos más comunes, de las adicciones programadas y las emociones familiares.

Entonces, la próxima vez que te sientes a meditar y tu cuerpo comience a resistirse —como lo hará—, observa lo que sucede. ¿Piensas en coger el teléfono? ¿Estás repsando una discusión que tuviste la noche anterior? ¿Estás luchando contra el impulso de abandonar?

Es ahora cuando tenemos que expresar una voluntad mayor que nuestros programas inconscientes. Es el momento decisivo en el que tenemos que reacondicionar el cuerpo a una nueva mente y volver a entrenarlo con amor, gratitud y bondad.

Este es un gran ejercicio para practicar en esos momentos: Mira si puedes obsesionarte con lo difícil que es resistir. Mira si puedes fascinarte por el hecho de no ser capaz de sentarte contigo mismo. Pregúntate: ¿qué hay al otro lado de esto? Y desafíate a ti mismo para ver si crees que vale la pena averiguarlo, para sentarte en la incomodidad un poco más. Esa es la búsqueda de lo desconocido.

Fíjate si puedes enfrentarte a la idea de que necesitas algo fuera de ti para hacer que esa incomodidad desaparezca, o si puedes encontrar los recursos internos para darte lo que necesitas en ese momento.

Hazte esta simple pregunta: ¿prefiero sentir ira o alegría? Si la respuesta es alegría, vas a tener que cambiar tu estado emocional. Nadie más puede hacerlo por ti.

Es posible que puedas cambiar temporalmente tus emociones apoyándote en alguien o en algo más. Pero si la próxima vez que sientas una emoción perturbadora no cambias tu respuesta, tu cerebro recordará qué fue lo que hizo desaparecer al sentimiento la última vez y te convencerá de que necesitas el mismo estímulo para que el sentimiento desaparezca.

Si consigues no ceder a la seducción de tu entorno exterior —o a la resistencia de tu cuerpo a lo desconocido— y simplemente llegas a un lugar de neutralidad, estás logrando algo realmente significativo. Estás entrando en lo desconocido. Estás demostrando poder sobre tus pensamientos, hábitos y emociones del pasado. Ahora te estás comprometiendo a cambiar.

Y luego, imagina lo que viene después. Imagina que, a través de tu práctica, descubres que puedes sentir una amor y una alegría trascendentes, porque has liberado al cuerpo de las ataduras del pasado y has elegido sentir algo distinto. Imagina que aprendes que puedes llevar tu atención hacia adentro, que no encuentras nada más significativo que el latido de tu corazón y que sientes verdadera gratitud y amor. Imagina que te das cuenta de que puedes deshacerte de una idea que tenías sobre ti mismo o sobre otra persona, y que de repente eres libre.

Cuando dejamos que nuestro cuerpo nos mantenga en el pasado familiar, dejamos que nuestro cuerpo nos mantenga alejados de la libertad de lo desconocido.

El cuerpo lucha por permanecer en lo conocido, incluso si eso significa vivir con las mismas historias de dolor y trauma que nos han limitado durante toda la vida. Pero eso nos aleja de lo místico. Nos aleja de lo mágico. Nos impide sanar. Y nos impide descubrir los potenciales infinitos de los nuevos futuros que podríamos crear.

¿Cuándo terminará esa vieja historia? ¿Por qué no contar una nueva historia de tu futuro, y creer, comportarte y convertirte en ella?

 

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