Hace un par de semanas, comenzamos a examinar a qué nos referimos cuando hablamos de “ser merecedores”.
Como mencioné anteriormente, nuestra comprensión de una palabra o idea compleja a veces se ve favorecida si examinamos primero lo que "no" significa. Entonces, si no has leído la Parte I de esta serie, puedes encontrarla aquí.
Para crear un contexto sobre lo que queremos hablar esta semana, resumamos brevemente lo que entendemos que "no" significa el merecimiento y cómo es probable que el desmerecimiento aparezca en nuestra práctica:
- El merecimiento no tiene que ver con la culpa.
- El merecimiento no tiene que ver con sentirse con derechos.
- El merecimiento no tiene que ver con la propia importancia y la exclusividad.
- El desmerecimiento se presenta como una resistencia y una falta de disciplina para ir más allá del yo familiar: los pensamientos, comportamientos y emociones conectados con la misma personalidad.
- El desmerecimiento es el miedo a lo desconocido.
- El desmerecimiento, en última instancia, conduce a crear el mismo futuro, basado en el pasado familiar.
Antes de seguir leyendo, es importante tomarse un tiempo para pensar en cada uno de estos puntos. ¿Puedes ver pruebas de esto en tu propia vida? ¿Hay formas en que el desmerecimiento se ha manifestado en tu práctica de las que no eras consciente antes?
Y ahora, pregúntate: ¿cómo podemos contrarrestar cada uno de estos puntos? Si puedes responder a esa pregunta, estás en camino de comprender lo que significa hacernos merecedores.
Qué es el merecimiento
El merecimiento tiene que ver con la responsabilidad.
Si podemos decir con confianza que el concepto de merecimiento no tiene que ver con la culpa —o con una visión punitiva de alguien que "tiene lo que se merece"—, entonces tiene sentido que lo contrario de la culpa sea la responsabilidad.
¿Qué significa esto? Significa asumir la responsabilidad de la realidad personal que hemos creado a través de nuestra personalidad.
Antes de que podamos identificar las áreas de nuestra vida que queremos cambiar; antes de que podamos identificar los pensamientos, comportamientos y sentimientos que queremos cambiar; antes de que podamos identificar las partes de nuestra personalidad que queremos cambiar... primero tenemos que reconocer y adueñarnos de esos aspectos de nosotros mismos... y de nuestras vidas.
Esto significa que dejamos de culpar a alguien o algo fuera de nosotros por la situación en la que nos encontramos. Dejamos de ceder nuestro poder a otras personas, objetos y cosas; a nuestros genes; a nuestra historia, o a cualquier otra cosa que usemos como razón para justificar permanecer en nuestro pasado conocido y familiar.
Creer que creamos nuestra propia realidad significa que reconocemos que nada puede cambiar en nuestras vidas hasta que nosotros we cambiemos. Ser responsables significa estar dispuestos a examinar lo que necesitamos cambiar de nosotros mismos para acercarnos al nuevo futuro —la nueva realidad personal— que imaginamos.
Y luego, una vez que nos hemos comprometido a cambiar, la responsabilidad significa que cumplimos ese compromiso.
El merecimiento tiene que ver con la unidad y la conexión.
Como escribí hace un par de semanas, nunca oirás a una persona digna hacer estas preguntas: "¿Por qué no me he sanado todavía?" “¿Dónde está mi trabajo soñado?” “¿Por qué no he encontrado a mi pareja ideal?”
¿Por qué no? Porque esas preguntas se basan en la separación y la carencia. Y alguien que se siente digno de recibir está en un estado de conexión, unidad y gracia. Nunca se le ocurriría hacer esas preguntas, porque ya está experimentando lo que se siente al estar en ese nuevo futuro.
Una persona que practica en un estado de merecimiento sabe que para sanar, primero debe sentirse sanado. Para encontrar el amor, primero debe convertirse en amor. Y para manifestar la abundancia en cualquier forma, primero debe sentirse agradecido por lo que ya tiene.
Si el desmerecimiento tiene que ver con un estado separación y de sentirse con derecho —esforzándose y pujando para crear de materia a materia en el mundo tridimensional; esperando resultados con el mínimo esfuerzo—, entonces su opuesto es una conexión basada en la humildad y la gratitud. Y eso nos lleva naturalmente al siguiente punto...
El merecimiento tiene que ver con la entrega.
La mejor manera de ilustrar esto es compartir las reflexiones de personas que han alcanzado este estado en su práctica. Esto es lo que dicen:
“Simplemente decidí tener una historia de amor conmigo mismo. Fue entonces cuando supe que estaría bien, pasara lo que pasara. Finalmente confié en que el futuro era real. Cuando vivía con las mismas emociones familiares, no podía creer ni ver esa realidad, porque vivía emocionalmente en mi pasado”.
“Estaba tratando de llegar allí físicamente, y me frustraba porque no estaba donde creía que debían estar. Finalmente dejé de vivir en ese estado. Y cuando participé en una sesión de Coherence Healing™, y estaba allí únicamente para ayudar a otra persona, sin ninguna expectativa de ganar nada para mí, fue entonces que me pasó a mí.”
“A través de las meditaciones, me superé a mí misma todos los días y abrí mi corazón, sin importar lo difícil que fuera. No importaba si no tenía ganas de hacerlo. Me volví más amable y amorosa. Llena de gratitud. Los factores desencadenantes nunca desaparecieron; las personas con mal humor y mal genio nunca se fueron. Pero la forma en que elegí responder a ellos, en lugar de reaccionar frente ellos, fue muy diferente”.
“Llegué a un punto en el que me sentí tan agradecida por la vida y por la persona en que me convertí, que me importaba my poco mi enfermedad. Y ese fue el momento en que literalmente todo cambió. Supongo que dejé de esforzarme tanto y ya no me identifiqué con mi enfermedad”.
Si observas detenidamente cada una de estas reflexiones, verás un patrón. En todos los casos, su enfoque dejó de estar en el mundo exterior y pasó a estar en su experiencia interior. Se separaron del resultado que creían necesitar para ser felices y estar agradecidos, y descubrieron que, cuando se volvieron hacia dentro, ya eran felices y estaban agradecidos, sin necesitar a nada ni a nadie para conseguirlo. Sabían que estarían bien, "pasara lo que pasara". Se “volvieron más amables y amorosos; llenos de gratitud.”
En otras palabras, se desprendieron del resultado. Se entregaron. Confiaron.
¿Y entonces qué?
“Fue entonces que me pasó a mí”. “Me superé a mí mismo”. "Todo cambió."
Cuando dejaron de lado las expectativas, cuando dejaron de intentar predecir cuándo y cómo sucedería y realmente se entregaron, esos resultados en el mundo exterior se convirtieron, en cierto sentido, en un "efecto secundario" de su práctica. En algún momento, superaron su entorno y el hábito y las emociones del cuerpo —se superaron a sí mismos —, y se desprendieron de los resultados.
Cuando logramos eso, ya no se trata del resultado. Se trata de estar tan satisfechos con nuestro esfuerzo, tan relajados y conscientes en el generoso momento presente, que ya no nos falta nada. Ese es el estado máximo de merecimiento.
¿Cómo se refleja en tu práctica el sentirte merecedor?
Si el desmerecimiento se presenta principalmente como resistencia —esa voz crítica en nuestra cabeza; todas nuestras razones para empezar “mañana”; abandonar cuando se vuelve incómodo; permanecer en el cómodo mundo de lo familiar—, entonces podemos enfrentarnos a esa resistencia solo a través de la disciplina, el amor, la autocompasión y abrazar lo desconocido.
El merecimiento significa ser consciente del impulso de nuestro cuerpo para permanecer en lo familiar, y saber que tendremos que calmarlo, una y otra vez. Significa sentarse en la incomodidad de lo desconocido el tiempo suficiente para ver qué hay al otro lado de ese sentimiento y conectarse con el campo de infinitas posibilidades, el único lugar desde el cual podemos crear. Y finalmente, en ese estado, lo desconocido ya no da miedo. Lo desconocido se convierte en una aventura.
Cuando estamos en un estado de merecimiento, acudimos a la cita con nosotros mismos todos los días. Incluso cuando estamos cansados. Incluso cuando hace mal tiempo. Incluso cuando nuestra artritis nos molesta y no tenemos ganas. Incluso cuando tenemos dudas. Incluso cuando tenemos miedo. Incluso cuando pensamos que no tenemos suficiente tiempo. Incluso cuando el crítico en nuestra cabeza nos dice que ya debería haber sucedido.
Si podemos vencer toda esa resistencia... si podemos superarnos a nosotros mismos, y encontrarnos con nosotros en la práctica, día tras día, experimentaremos los mismos cambios descritos anteriormente. Sabremos que estamos en un estado de merecimiento solo con presentarnos a la cita..
Un concepto fundamental de este trabajo es: el universo nos da solo lo que creemos que somos dignos de recibir.
Cuando nos comprometemos y acudimos a la cita con nosotros mismos sistemáticamente, le estamos informando al universo: estoy aquí. Lo merezco. Estoy listo para recibir. En ese simple acto, asumimos la responsabilidad de crear nuestra realidad personal. Significa que creemos en la posibilidad. Y creer en la posibilidad es creer en nosotros mismos. Constantemente practicamos cambiar nuestro estado de ser, y eso requiere energía y conciencia. Ya no se trata del resultado, sino del esfuerzo.
Ahora que hemos examinado el merecimiento en la teoría y en la práctica, es hora de dar un paso —un paso literal—, más allá. Tenemos que hacerlo tan bien con los ojos cerrados que luego podamos hacerlo con los ojos abiertos. Necesitamos caminar y vivir como personas merecedoras y listas para recibir.
Hablaremos más sobre practicar con los ojos abiertos cuando hablemos del verdadero significado de las Meditaciones Caminando en la Parte III.