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Cultivar un Corazón Floreciente, Parte II – Crecimiento, Paciencia y Florecimiento

Dr Joe Dispenza / 09 de mayo de 2023

Cultivating a Blooming Heart, Part II – Growth, Patience, and Blossoming

Inspirados por la primavera en plenitud, aquí en el hemisferio norte, hemos estado explorando lo que significa hacer que el corazón florezca. En mi última publicación, hablamos sobre lo que nos motiva a pasar de la supervivencia a la creación... cómo preparamos el suelo y plantamos la semilla de la posibilidad. Si te perdiste la Parte I, puedes leerla aquí.

Ahora bien, una vez que hemos respondido al llamado de hacer que la experiencia de nuestra alma evolucione plantando esa semilla, pasamos a una nueva etapa. Cuidamos la semilla y la ayudamos a crecer.

 

Atención, Energía y Emociones

Como se comentó en la Parte I, cuando nuestra energía se concentra en los tres primeros centros energéticos, a menudo nuestro corazón puede hallarse resguardado o cerrado. Dado que los tres primeros centros de energía están relacionados con nuestro yo animal (procreación, seguridad, alimento y refugio, acción y reacción), vivir en los estados de conciencia asociados a esos centros —sintiendo y alimentando las emociones de la supervivencia— no deja mucha energía para nuestro precioso corazón.

Así que comenzamos a cuidar la semilla enfocándonos en nuestro corazón, porque donde ponemos nuestra atención es donde ponemos nuestra energía. Cuanto más nos alejamos de la supervivencia, más expandimos la energía natural del corazón. Esencialmente, nos tomamos el tiempo para darle nuestra energía. Y, a medida que nos volvemos más conscientes del corazón —más presentes en él— más comienza a responder.

Hay muchos tesoros escondidos en el corazón que aún no conocemos, pues es difícil medir los beneficios y efectos de la apertura del corazón. Hasta ahora, en este trabajo, lo más cerca que hemos llegado es a medir todos los maravillosos efectos biológicos de la coherencia del corazón, desde el fortalecimiento de la función inmunológica... a los cambios genéticos... a una energía más equilibrada y creativa en el cerebro.

Con eso en mente, una vez que hayamos ascendido nuestra energía al corazón, tenemos que trabajar para crear y sostener la coherencia cardíaca.

Dar a nuestro corazón nuestra atención amorosa es el primer paso. El segundo paso es nutrirlo con emociones elevadas. Estamos acostumbrados a experimentar emociones en cualquier otra parte de nuestro cuerpo, pero la mayoría de nosotros necesitamos practicar sentirlas en nuestros corazones, porque el corazón tiene una conciencia diferente que debemos aprender a activar.

Cuando nuestro corazón sale de su mecanismo protector de supervivencia, comienza a relajarse y a abrirse de forma natural. Fisiológicamente, empiezan a suceder cosas. Las hormonas de la “felicidad”, como la oxitocina, activan las vías de señalización que permiten que la sangre fluya hacia el corazón. Esa congestión provoca un sentimiento profundo que amplifica aún más la energía del corazón.

Cuando el corazón está sometido a un estrés constante, se vuelve incoherente, y sus niveles de energía disminuyen. Esto se debe a que las ondas de energía incoherentes se anulan entre sí por interferencia. Pero cuando las ondas de energía coherentes están sostenidas, interactúan, y crean ondas más grandes. Cuanto mayor es la onda, mayor es su amplitud y mayor es su energía. Es lógico, entonces, que cuanta más energía haya en el corazón, más amor sentiremos. Así es como no sólo creamos, sino que sostenemos la coherencia del corazón.

En nuestros tres primeros centros de energía, sentimos las emociones de supervivencia. Ahora sentimos emociones expansivas que abren nuestro corazón. Sentimos alegría. Sentimos bondad y compasión. Sentimos inspiración... compasión... gratitud. Sentimos amor puro. Nos sentimos plenos. Nos elevamos por encima de las condiciones limitadas y preprogramadas de nuestro yo puramente animal. Nos conectamos con nuestra divinidad.

 

Cultivar la Paciencia y la Creatividad

A menudo pensamos que abrir el corazón es realmente difícil; algo que podemos lograr solo a través de técnicas complicadas y elaboradas. Esto puede deberse a que confundimos algo que sucede lentamente con algo que no funciona.

Pero volvamos a la imagen de la semilla de la que hablamos en la Parte I: la semilla que plantamos al hacernos preguntas del alma. A esa semilla le lleva tiempo reunir suficientes recursos para desarrollarse y crecer.

Con el tiempo, la semilla germina... brota... y forma un tallo. Las hojas crecen. Y, a medida que la planta madura, desarrolla un capullo, nuestra metáfora del corazón. Ese capullo tiene que abrirse, pétalo a pétalo. Y la naturaleza se toma su tiempo. Se necesita un equilibrio adecuado de elementos, condiciones y cuidados para que la flor —el corazón— florezca.

Se necesita mucha práctica y paciencia para aprender a centrar y activar nuestro corazón. Una flor que está naciendo necesita la fuerza vital que proviene de la tierra y su entorno. El corazón es igual. Necesita la fuerza vital generada por nuestra atención, nuestra energía y nuestras emociones elevadas.

Nuestros datos nos muestran, que cuando el corazón se halla en un estado de coherencia sostenida, lleva la energía al cerebro de forma natural, instruyéndolo para que sea creativo al pasar hacia ondas cerebrales alfa bellas y coherentes. Con una coherencia cardíaca sostenida, emanamos el campo magnético que usamos para atraer experiencias hacia nosotros. Ahora, hemos liberado energía y hemos pasado de la supervivencia a la creación.

 

Un corazón en plena floración

Con un corazón en flor, ya no operamos desde la sensación de no tener lo que queremos. Acortamos la distancia entre el pensamiento de una experiencia deseada y la experiencia en sí. Creamos desde la plenitud en vez de desde la carencia. Ya no necesitamos nada fuera de nosotros mismos para sentirnos realizados.

Abrir el corazón es un proceso en el que trabajamos, y no podemos apresurarlo ni forzarlo. No podemos forcejear ni empecinarnos. Estos estados alimentan las emociones de supervivencia. Si queremos cultivar emociones que alimenten la creatividad, solo podremos hacerlo cuando estemos relajados en el corazón y despiertos en el cerebro.

Dondequiera que estés en este camino, es importante recordarlo: Todos tenemos un momento en que el corazón florece. Simplemente sucede a su debido tiempo. Si te sientes frustrado por el lugar en el que te encuentras en tu propio proceso de crecimiento, recuerda: la frustración no es una emoción que abra el corazón. Si pasas la mayor parte del día inmerso en sentimientos que no son emociones centradas en el corazón, no estás alimentando la energía —la fuerza vital— que lo hace florecer. Es la diferencia entre el frío del invierno... y la calidez nutritiva de la primavera.

Así que dedica tiempo a tu corazón. Dale tu energía. Dedícale tu atención. Cuídalo. Sé amable con él. Cuídalo. Escúchalo. Mantente presente en él. Relájate en él. Mantente conectado a él. Sé paciente con él. Y enamórate de él.

No hay límite para la cantidad de crecimiento y apertura que puedes experimentar. Hay innumerables pétalos, innumerables capas de emoción que puedes sentir. Cuando llegas a ese estado de coherencia cardíaca sostenida y tu corazón finalmente florece, no es el final del proceso. Es sólo el comienzo. Siempre puedes abrirte más. Siempre puedes crear más. Siempre puedes amar más.

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