Hace un par de semanas, compartí una pregunta que los miembros de nuestra comunidad suelen hacer: por qué a menudo se sienten incómodos a medida que avanzan en este trabajo. En la Parte I de esta serie, exploramos la incomodidad del estado de supervivencia y la diferencia entre reaccionar por costumbre y responder por necesidad.
Hoy me gustaría discutir el tipo de incomodidad que experimentamos cuando comenzamos a dejar atrás nuestras viejas personalidades y nuestras viejas realidades personales.
La incomodidad del cambio
La sensación de malestar del estado de supervivencia es un sentimiento que la mayoría de nosotros conocemos bien. La incomodidad del cambio puede ser más difícil de identificar, especialmente cuando estamos en las primeras etapas de romper con nuestros patrones habituales y especialmente cuando nuestro viejo yo quiere convencernos de que sería más fácil seguir por el camino conocido.
Al principio, es posible que practiquemos a diario la metacognición: tomar conciencia de los pensamientos que tenemos y no dejar que esos pensamientos pasen desapercibidos.
O tal vez estamos trabajando en darnos cuenta de cómo evocamos repetidamente un recuerdo que nos hace sentir de cierta manera, y cómo nuestro cuerpo parece desear ese sentimiento familiar, incluso cuando es desagradable. O puede que estemos aprendiendo a anular nuestros intentos de controlar y predecir el momento siguiente... y el siguiente... basándonos en esos pensamientos y sentimientos bien ensayados.
O nos sorprendemos actuando o hablando como si no tuviéramos ningún efecto en la creación de una nueva vida para nosotros mismos.
Tomar conciencia de nuestros patrones es un desafío. Se necesita una enorme cantidad de energía y conciencia para dejar de ser inconsciente. Si somos nuevos en esto, el solo esfuerzo de desvincularnos de esos programas puede ser incómodo.
Y luego, está el paso crucial de elegir algo diferente cada vez que descubrimos esos pensamientos, sentimientos y comportamientos. Para la mayoría de nosotros, eso es lo más difícil de todo. Es mucho más fácil volver corriendo a esos estados de ser familiares, fuertemente instalados y condicionados. O coger el teléfono celular o el control remoto del televisor y desconectarse y escapar por completo.
"Comenzaré mañana" nos decimos, mirando el río del cambio y optando por la tierra firme.
Gran parte de este trabajo consiste en reconocer cuándo nos sentimos incómodos con lo desconocido y aprender a aceptarlo. Trabajamos constantemente para autorregularnos y poder conectarnos con las emociones y la visión del futuro que estamos creando; para encontrar la manera de no esperar que nuestra vida cambie (mientras esperamos que algo fuera de nosotros elimine esos sentimientos familiares de vacío y carencia).
Comprometernos a cambiar primero nosotros mismos ... para que luego cambie nuestra vida... significa abrazar lo desconocido. Lo inusual. Lo incómodo.
Entrar gradualmente en lo desconocido
Una práctica sencilla, mientras aprendemos a tomar conciencia de nuestros pensamientos, sentimientos y comportamientos, es sorprendernos a nosotros mismos cuando nos sentimos incómodos. Y luego decirnos: “Está bien, estoy en el río. Se está produciendo una muerte biológica. Y es muy importante autorregularme y cambiar mi estado, en lugar de ponerme nervioso; estar presente, en este momento, y no tratar de predecir el futuro o recordar el pasado; encontrar una manera de cambiar este estado desde dentro."
Si podemos recordar conscientemente, aunque sea una vez al día al principio, que nuestra incomodidad en sí misma es la señal para autorregularnos —para aflojar el control y relajarnos en lo desconocido— esa es una medida de progreso. Ese es el arte de pasar del estado de supervivencia al de creación.
En otras palabras, no es la facilidad y la comodidad lo que debe ser una señal en nuestra práctica, sino nuestra capacidad de encontrar ese equilibrio esencial, donde estamos relajados y despiertos en el momento presente; donde podemos sentarnos con nuestro malestar... y entrar gradualmente en lo desconocido.
Abrazar la incomodidad es muy contrario a cómo hemos sido programados para reaccionar en la supervivencia. Estamos acostumbrados a ver lo desconocido como aterrador. Pero encontrar la manera no solo de soportar la incomodidad, sino de acogerla es esencial para la evolución de nuestra conciencia. De hecho, así es como yo defino la genialidad: es sentirse incómodo... y aceptarlo.
Cuando dominamos nuestras emociones, dominamos nuestras creaciones. Ese es el premio. Si podemos recordar eso en el momento en que notamos nuestra incomodidad, podemos entender lo que estamos haciendo y por qué lo estamos haciendo, de modo que el cómo —el acto en sí mismo— cobra sentido y valor.
Desarrollar el aspecto divino interior tiene mucho que ver con aprender a superar nuestros desafíos desde un nivel de conciencia mayor que la conciencia —o inconsciencia— de la vida que hemos creado (la que estamos tratando de cambiar). Para crear un nuevo futuro, debemos aprender a ver los problemas como oportunidades... y abordarlos desde un nivel mental superior.
Relajados en el corazón; despiertos en el cerebro
Cualquiera sea la fuente de nuestra incomodidad —ya sea un estado útil de supervivencia o el proceso de cambio en curso—, la clave es encontrar ese equilibrio en el que estamos relajados y despiertos. Cada vez que nos sorprendemos a nosotros mismos es una victoria. Ese es el trabajo.
Relajados en el corazón; despiertos en el cerebro. Cuando nos sintamos incómodos, podemos practicar sintonizarnos con nuestro corazón —nuestro centro creativo— y dejar que informe a nuestro cerebro que tenemos soluciones a nuestro alcance. Podemos hacer una pausa, cambiar nuestro estado de ser y recordar que hay otras formas de afrontar lo que se nos presenta.
Cada vez que recuerdo que soy un creador, mi corazón se abre. Si podemos invocar esa misma conciencia en momentos de incomodidad, veremos que no hay necesidad de resistirse a ella. Porque recordaremos que significa que estamos en lo desconocido... y ahí es donde existen todas las posibilidades.
Si realmente creemos que somos eternos y realmente creemos que somos creadores, entonces hacer ese cambio en ese momento —lo desconocido— literalmente cambia nuestro destino. Y si no es ahora… ¿cuándo?